viernes, 1 de agosto de 2014

Lactancia materna, el poder del amor.


#MamaPirata
En esta semana mundial de la lactancia materna quiero compartir con ustedes mi experiencia en la lucha por amamantar a mi pequeño retoño..

Al nacer mi pequeño Sebastián luego de una cesárea acelerada por tener una placenta ya calcificada, esperaba con ansias el poder verlo y me venían a la mente tantos artículos y cosas que había leído esperando estrenarme como mama, el nerviosismo y la ansiedad por tomar en mis brazos a mi hijo se hacía grande.


Al fin luego de casi 11 horas sin verlo lo trajeron a mi cuarto, era la cosita rosada más hermosa que mis ojos habían contemplado. Recuerdo que Sebastián solo tenía un ojo abierto y fue como magia al cargarlo y ver cómo abrió su otro ojito y me miraba con esos luceros turquesa.

La enfermera que estaba acompañándome en ese momento les pidió a las muchas personas que me visitaban que se retiraran para poder dar la “Primera Tetada” sentí una gran emoción al escuchar eso, pues pase los últimos meses de mi embarazo haciéndome masajes y aplicaba todo lo que leía para que me bajara la leche y estar preparada para ese momento. Para mi sorpresa, Sebastián se pego de ella como todo un experto pero mientras succionaba la soltaba y se ponía a llorar. ¿Qué pasara? Pregunte, NO ME BAJABA LA LECHE NI EL CALOSTRO! Eso era lo que pasaba.

Con varios intentos fallidos en la clínica, al día siguiente cuando me dieron de alta intente nuevamente y nada. Me sentía ya desesperada, gracias a Dios mi mama y mi esposo me apoyaba y me daban ánimos para seguir. Pasaron dos días desde su nacimiento cuando por fin vi una gotita de calostro asomarse en mis pezones. El alivio fue grande.

De ese momento en adelante comenzó mi lucha, nunca pensé que el tamaño de mis pezones pudiera influenciar a la hora de amamantar a mi pequeño pese a las muchas historias que había escuchado y que me decían al verme intentar darle de comer a mi hijo. “El amamantar duele” “Te rompen y sangras” “El bebe es el que te cura las grietas” 

Mis pezones se rompieron de tal forma que el dolor era insoportable, debía ponerme un pañito en mi boca y morderlo cada vez que iba a darle pecho a mi hijo. Era impresionante como sangraba pero lo que más me impresiono fue ver que uno de mis pezones estaba tan roto que parecía no tenerlo. Mi esposo y mi madre al verme sufrir así corrieron a comprarme un tira leche que al momento no fue la mejor solución.

A raíz de eso tuve una mastitis, el doctor me vio y me pidió que por favor no intentara darle más pecho al bebe pues ahora no solo sangraba sino que tenía mis pechos enfermos y debía medicarme. ¿Cómo podía pedirme eso? ¿Ya no le daría más pecho a mi hijo? Llore a mares. Pero como saben las madres somos tercas, así que antes de que comenzara a medicarme con todas las lágrimas del mundo por el dolor me extraje toda la leche que pude. 

Fue luego de una semana cuando ya sin tomar medicamentos, cargue a mi bebe que estaba en su cuna, me senté con él en la cama y lo pegue de mi pecho. El se pego de mi desesperado y para mi ese momento fue mágico, pues aunque sentía gran dolor sabia que el necesitaba de mí y yo necesitaba de esos momentos con él. De allí en adelante cada vez que debía darle de comer aguantaba y me repetía mentalmente que no dolía, y así dejo de doler para convertirse en la mayor satisfacción de mi vida.

Ahora podía amamantar a mi hijo, lloraba de felicidad por esos momentos, tanto que contaba los minutos para amamantarlo otra vez y lo mejor de todo era que mi alimento para el se desbordaba. Sentía una felicidad infinita.

Esta es la historia de cómo el amor por un hijo puede logra lo que sea. En un momento me pidieron renunciar a mi sueño de dar pecho a mi bebe pero con paciencia y amor lo realice. 

Sebastián tomo pecho hasta los nueve meses de edad por su propia decisión aunque en mi estaban las ganas de prolongar ese momento por más tiempo. Hoy con sus tres añitos sigo añorando esos momentos que eran solo nuestros y son irremplazables. 

Querida mama, el amamantar es un arte donde los protagonistas somos las madres y nuestros terruños, disfruta con gran amor esos momentos y atesóralos en tu corazón. Por cada lágrima existe una sonrisa y un puñado de felicidad.

2 comentarios:

  1. Gracias por compartir tu historia. Me hizo recordar cuando amamanté a mi Esteban Ignacio por primera vez. Fue un momento único. Ser madre es la mayor bendición de Dios!

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  2. gracias a ti por leerla, es bueno saber que hay mamas que se identifican con ella!

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